Mientras la hostilidad retórica aumenta y las amenazas entre Irán y Estados Unidos se intensifican, dos exenviados de la Casa Blanca a Oriente Medio insisten en que ninguna de las partes está interesada en una guerra y resaltan el elemento personal de la disputa entre sus líderes.
A menos de una semana del ataque de EE.UU. que mató al general iraní Qasem Soleimaní en Bagdad, el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jameneí, y el presidente estadounidense, Donald Trump, se han amenazado mutuamente y puesto al mundo en alerta sobre un posible conflicto a gran escala en Oriente Medio.
Dos ataques en áreas con presencia estadounidense en Bagdad han sido hasta ahora la única reacción militar concreta tras la muerte del comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraní (IRGC) el pasado viernes.
NINGUNO QUIERE UNA GUERRA
“Creo que esto se desarrollará durante todo el año, no habrá una única respuesta sino múltiples”, explica a Efe Denis Ross, exenviado a Oriente Medio de la Casa Blanca durante la presidencias Bill Clinton y exasistente especial del presidente Barak Obama, entre otros cargos.
“El líder supremo de Irán no quiere una guerra con Estados Unidos, nunca estuvo interesado en enfrentamientos directos, sino que preferirá algo indirecto, como ataques en bases estadounidenses en la región e instalaciones petroleras, que eleven el precio del petróleo y avergüencen a Trump durante un año electoral”, agrega.
La percepción de Ross sobre el carácter personal del enfrentamiento, que considera resultado de la cercanía de Soleimaní con Jameneí, es la base para su análisis de que la reacción iraní se enfocará principalmente en avergonzar al presidente estadounidense, quien considera aprobó el ataque en Bagdad “sin pensar en las opciones que dejaba a Irán” a la hora de responder.
David Makovsky, quién fuera parte del equipo encargado de las negociaciones de paz en la región durante la segunda presidencia de Obama, opina en diálogo con Efe que “esto no es parte de un esfuerzo de Estados Unidos por empezar una guerra con Irán” aunque señala que representa un “cambio gigante” en la estrategia de Trump en la región.
Sobre Irán, que dice “sabe de la disparidad militar con Estados Unidos”, cree tampoco está interesado en una guerra sino que mantendrá su estrategia de “permanecer justo debajo del umbral que desencadenaría un conflicto”.
Makovsky apunta, sin embargo, que Teherán sí buscará dañar a Trump frente a los ojos de su electorado para evitar su reelección.
De hecho, una de las consecuencias del ataque contra Soleimaní ha sido el impulso, por parte de los gobiernos iraní e iraquí de que las tropas estadounidenses presentes en Irak abandonen el país, algo que atenta directamente contra los intereses del presidente.
Por otra parte, el anuncio ayer del Gobierno iraní de que dejará de cumplir las restricciones de enriquecimiento de uranio impuestas en el acuerdo nuclear de 2015 es, según Ross, un intento de responsabilizar a Washington por una medida que ha generado el repudio de Rusia, China y la Unión Europea.
CONSECUENCIAS REGIONALES
Uno de los principales interrogantes que surgen tras el ataque del último viernes y la actual escalada de tensión, es el impacto regional que pueda tener, en un contexto donde los países del Golfo se encuentran estratégicamente alineados con Israel en su oposición a Irán y su creciente influencia en Oriente Medio.
Mientras que ambos analistas coinciden en que este hecho en particular no tendrá una incidencia significativa en las dinámicas regionales ni desencadenará nuevos conflictos, Ross sostiene que “Irán intentará fomentar aún más la inestabilidad” en Oriente Medio culpando por ello a Estados Unidos, que “debería dialogar con Europa, Rusia y China y dejar claro que no busca una escalada” para que estos utilicen su influencia con Teherán para restablecer la calma.
“Nadie intervendrá en nuestra parte a menos que reciban nuestro compromiso de que somos flexibles y estamos dispuestos a dar un paso atrás”, agrega, sobre la posición estadounidense.
Makovsky, por su parte, valora que los países del Golfo “están manteniendo un perfil bajo” e intentan “bajar el tono”, al igual que Israel, que menciona “tampoco busca un enfrentamiento e intenta mantenerse al margen”.