Los detractores del mandatario republicano Donald Trump tienen la certeza de que, ante la popularidad del demócrata Joe Biden, el próximo presidente estadounidense será el exvicepresidente.
Sin embargo, el sistema de votación presidencial local permite que un candidato ampliamente popular se convierta en el “perdedor” de la contienda porque no logra alcanzar los 270 votos electorales para convertirse en el mandatario electo.
Elecciones del 2006
En retrospectiva, recordemos la experiencia de Hillary Clinton en los comicios del 2006. La candidata demócrata perdió en tres estados: Pensilvania (20 votos electorales), Michigan (16) y Wisconsin (10) y esa diferencia le dio la victoria al republicano.
Hillary tuvo una ventaja de 3 millones de votos populares más que Trump, quien se llevó la victoria electoral.
Es verdad. Donald Trump ha roto los esquemas tradicionales en Washington.
Se ha negado a responder si respetará los resultados de los votaciones, una pregunta que se repite ante cada presidente que lucha por reelegirse, y que se da por sentado que la respuesta debe ser afirmativa.
Su lucha contra los inmigrantes legales e ilegales es uno de sus “dogmas”, la medida de separar a los niños de sus padres indocumentales elevó el grito de los que luchan por los derechos humanos.
Hasta ahora, 545 niñosse encuentran separados de sus padres desde hace cinco años.
Su apoyo solapado a los grupos extremistas ha causado que éstos estén más dispuestos a realizar acciones violentas y participar en choques callejeros, a veces contra manifestaciones pacíficas.
La represión contra las protestas antirracistas tras las muertes de George Floys y Breonna Taylor y varias otras víctimas, escudándose en la consigna de “orden público”, traducida como “ley y orden”; en otras palabras, represión policial contra los que protestan.
“La Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos prohíbe que los gobiernos locales, estatales y federales restrinjan su derecho a la libertad de expresión”. Una expresión que ha costado muchas lágrimas y sangre en la historia estadounidense.
De acuerdo con una publicación en The New York Times, el presidente Trump no pagó impuesto sobre la renta en 10 de los últimos 15 años a partir del año 2000, porque había perdido dinero en sus negocios, o había inflado sus pérdidas: lo único que pagó fue US$750.
Evadir el pago de impuestos es un delito y, en el caso de una empresa, puede ser multada con hasta US$500,000 y si es persona física, puede pasar algún tiempo en la cárcel.
Aunque hasta ahora se ha librado de enfrentarse a la Justicia, es muy probable que este hecho le persiga en el futuro.
La minimización del amplio daño causado por la pandemia del coronavirus, con alrededor de 226,000 muertes, más los daños a la economía, uno de los pilares de que más se vanagloriaba el mandatario, ya al final de su período presidencial, ha mermado su popularidad en general, pero sus seguidores lo adoran.
El demócrata Joe Biden, ha tratado de vender una imagen algo más “ecuánime” y conjuntamente con su candidata vicepresidencial, Kamala Harris, la primera afroamericana en la contienda electoral, presentarse como la opción para reencausar al país, actualmente muy dividido.
No solo han logrado ganar más popularidad entre los votantes latinos, tradicionalmente demócratas, y los afrocamericanos, que en el año 2006 no dieron amplio apoyo a Hillary Clinton por las muertes de afroestadounidenses durante el gobierno de Barack Obama.
Hoy día, Biden mantiene una ventaja en estados considerados claves: Pensilvania (50 % – 45 %), Arizona (50 % – 45 %) y Florida (49 % – 46 %) y Texas (46 % – 49 %).
Pero como se dice en el lenguaje del beisbol, el juego no termina hasta el último “out”. Las encuestas muestran que el próximo presidente estadounidense será Joe Biden, pero el conteo final de los votos electorales es lo que realmente decidirá si Donald Trump logra reelegirse, o le pasará como a George Bush padre y Jimmy Carter.