El presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden y su vicepresidenta, Kamala Harris, harán hoy el juramento ante la Suprema Corte de Justicia en un Congreso cercado como si fueran tiempos de guerra y un país minado, tras cuatro años de Donald Trump.
Biden se enfrenta a los mayores problemas que ha tenido Estados Unidos en su historia, como una pandemia que podría matar en pocos meses hasta 500,000 personas, una sedición de los supremacistas blancos, la economía en descalabro y el desempleo rampante.
Nunca desde Gran Depresión de 1929 el país había tenido a la gente pidiendo pan en casi todas las ciudades del país y haciendo largas colas en sus autos para conseguir una vacuna contra la epidemia de COVID-19 que Trump quiso manejar con remedios caseros. Biden tiene un programa, ofrecido en la campaña, para reducir la pandemia, auxiliar a millones de personas que necesitan urgentemente dinero en efectivo, restaurar la política exterior, cambiar las reglas draconianas de inmigración de Trump y socorrer a los estudiantes.
El nuevo presidente sustituye a uno cuyo gobierno era rancio desde el primer año, que ascendió al poder por la fuerza de su riqueza pero que nunca, según las encuestas, fue favorecido con la preferencia del público. Jamás alcanzó el 45% de apoyo.
Los analistas del país y de fuera no entienden cómo Trump logró concitar el respaldo de los proletarios blancos de cuello rojizo y de los negros más pobres todavía que habitan en los guetos de las grandes ciudades, en un desmentido de que las clases no se suicidan. Trump ha sido un afortunado; empresario desde joven por el soporte de su padre, magnate de los hoteles lujosos con sus garitos incluidos, del área inmobiliaria que se extendió hasta el Caribe y de grandes obras construidas con mano de inmigrantes explotados.
Su derrota en las últimas elecciones a manos de Biden y el Partido Demócrata, cambia el panorama político de Estados Unidos pero deja tan maltrecha la situación económica y la reputación en el extranjero que su restauración sería bajo grandes decisiones políticas. Obama ganó y subió a la Casa Blanca con el respaldo de la clase intelectual, los norteamericanos educados de todas las categorías, el apoyo de latinos, nativos, asiáticos, mujeres y hombres de los colectivos LGBT y de la farándula casi en pleno.
El haber tenido ocho años como vicepresidente de Barack Obama, y antes entre 1973-2009, senador de Delaware más su experiencia como abogado de los tribunales, la paciencia y su extrema prudencia, le habían indicado al electorado que era lo opuesto a Trump y que merecía ser votado. Esta mañana, Biden se convierte en el primer presidente católico practicante desde John F. Kennedy, elegido en 1960 y asesinado en 1963. Biden confesó una vez que llegó a dudar de su fe tras las tragedias familiares sufridas, pero disquisiciones personales y conversaciones con el obispo de Wilmington, su ciudad natal, lo hicieron recapacitar.
Biden era el seguro
Cuando se presentaron más de 20 aspirantes a la nominación presidencial demócrata hace poco menos de dos años entre ellos prominentes senadores como Bernie Sanders y Cory Booker; Pete Buttigieg, ex alcalde de South Bend, Indiana y Kamala Harris, Biden la escogió.
Harris era, entre tantos veteranos políticos y algunos novatos con éxito como el señor Buttigieg, la mejor no solamente porque atraería a los negros educados de todo el país y a las mujeres, sino porque era la más preparada para el caso de que hubiese una sucesión.
Aunque no lo dije en varios artículos que escribí sobre el tema pero sí lo vaticiné ante amigos que me preguntaron, del ex vicepresidente Biden analicé que sería el más conveniente para la República Dominicana como socio comercial de su país. Visitó Santo Domingo en 2014. Biden, en el menor de los casos no haría lo de Trump, una de cuyas primeras decisiones fue alentar y poner dinero para la construcción de un muro en la frontera con México. México nunca accedió a los reclamos.
Su presidente López Obrador lo sobrellevó. Si bien México nunca accedió a sus pretensiones, el presidente López Obrador, mirándolo de reojo como un hombre capaz de cualquier cosa, acomodó su carga y lo toleró a costa de su popularidad que ha caído en dos años de un mandato de cinco. Fue elegido en 2018. Trump trató mal a los países pobres. De los centroamericanos, africanos y Haití dijo que eran hoyos de letrina y mandó de mala forma a cobrar deudas por sus inversiones en resorts turísticos. La prensa lo odió desde temprano. Se refugió en la cadena de derecha Fox.
Asalto al Capitolio
El asalto por una turba de supremacistas blancos al Capitolio la semana pasada mientras las dos cámaras sesionaban para ratificar la elección de Biden como presidente de EEUU, horrorizó al país tras la muerte de cinco personas.
Pudo ocurrir un magnicidio. Al momento en que la turba enardecida con banderas del país y otros símbolos, animada por el discurso incendiario previo del presidente en la Casa Blanca, dirigía la sesión de las cámaras conjuntas el vicepresidente Pence, a cuya cabeza le habían puesto precio.
Luego de sobrepasar la escasa seguridad del Capitolio y la Policía de Washington, D.C., la turba corrió en tropel por los pasillos y la rotonda donde están las estatuas de los padres de la patria, clamando también por Nancy Pelosi, líder demócrata de la Cámara de diputados. Las escenas repetidas una y otra vez por las televisoras sobre la violencia que causó los muertos y los destrozos, hicieron que el presidente Trump hablara por televisión para urgir calma, pero ya la Guardia Nacional estaba en camino desde Maryland y Virginia, estados vecinos.
El látigo de Mary Trump
En Estados Unidos se habla de lo que le espera al saliente presidente Trump cuando deje la Casa Blanca rumbo a la mansión de Mar-a- Lago, en Palm Beach, Florida, aunque se apruebe después un segundo “impechment” sometido en su contra. Las causas civiles en Nueva York podrían darle tormentos.
Son muchas causas civiles pero la peor es la demanda de Mary Trump, su sobrina de un hermano de padre, quien reclama que Trump pilló la herencia dejada por su padre y abuelo de la reclamante con muchos millones de dólares que puso en sus cuentas. Su libro “Siempre Demasiado y Nunca Suficiente” es una radiografía cruda desde adentro de la familia sobre las relaciones primarias de todos, los recuerdos de los abuelos y las tías y la personalidad ambiciosa, maluca y ciclotímico-neurótica del presidente.
“Hasta hoy, las mentiras,tergiversaciones e invenciones que son la suma total de quién es mi tío, son perpetuadas por el Partido Republicano y los cristianos evangélicos blancos, personas que deberían actuar de otra manera como el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell”, dice Mary Trump en su juicio político. Si Trump fuera sometido al juicio del Congreso sería el primero en sufrir el castigo dos veces en la historia del país.
El presidente Nixon, tenido como un tramposo y promotor del espionaje de la sede del Partido Demócrata en el edificio Watergate de Washington, no llegó a los extremos de Trump. Al momento de su salida por la puerta de atrás de la Casa Blanca, sin despedida protocolar ni alfombra roja la mañana de hoy miércoles, se discute si con el “impechment” o sin él algún día recuperará su estatura y saldrá del ostracismo. Nixon, defenestrado en 1974, lo hizo solo cuando ganó Ronald Reagan y asumió en 1981.