Antes de ser pastor, Joshua Broome trabajó en la industria del cine para adultos, sin embargo halló en Jesús una salida para su vida de pecado, encontrando una familia y la paz que por tantos años anheló.
Tras alcanzar la fama en la industria pornográfica, Joshua Broome cayó en un pozo de confusión, creyendo que estaba llegando al final y que ya no había un camino que pudiera seguir.
Para él parecía casi imposible mirar más allá de aquello que lo agobiaba, llegando hasta el punto de no poder comprimir más su angustia y miedo.
«La última escena que hice, estaba acostado en la cama», dijo Broome hace poco en un podcast. «Y yo pienso, ‘quiero morir. No tengo las agallas para suicidarme, pero cómo lo haría… Simplemente no quiero vivir más. No hay futuro, no hay nadie que se vaya a casar conmigo, no hay patrón que me contrate… Soy absolutamente inútil’».
Y aunque pudo darse por vencido, decidió reunir toda la valentía que tenía para dejar la industria y reconstruir su vida. En la actualidad es un esposo, padre y pastor, que desafió las mentiras que se dijo a sí mismo mientras estaba sumido en la desesperación.
Broome habló recientemente sobre su transformación en el podcast «Let’s Talk Purity», presentado por Richard y Brittni De La Mora.
Todo comenzó cuando el predicador era adolescente, donde empezó a modelar con la esperanza de algún día triunfar en una ciudad como Los Ángeles o Nueva York. De allí partió a California, donde una persona lo conectó con la industria del porno.
Si bien no se sentía del todo cómodo con la idea, al final aceptó actuar en su primera película para adultos.
«Es tan extraño. Mirando hacia atrás para ver quién soy y cómo me crió mi mamá, no sé cómo llegué al punto de cómo diría ‘sí’ a eso», comentó Broome.
«Todos somos vulnerables en un momento. Estaba en un pico de inseguridad y vi una oportunidad y alguien habló sobre mi debilidad y yo dije: ‘Seguro que haré esta’».
Aunque se cuestionaba así mismo por lo que había hecho, dice que siguió con aquello durante varios años más, recorriendo varios sectores pornográficos, pero muy en el fondo sintiéndose «repugnante».
Con el tiempo decidió alejarse completamente de su familia, involucrándose cada vez más en aquellos vídeos, llegando a trabajar de 20 a 25 veces al mes.
«Nunca fue un acto íntimo. Era una transacción comercial que necesitaba usar drogas para poder hacer», comentó al respecto.
Broome se preguntaba por qué se sentía tan vacío si tenía todo lo que siempre había querido; hasta que un día, un encuentro casual en un banco lo cambió todo para él.
«Entré al banco y le entregué el cheque a la persona y lo depositaron», recordó. «Y cuando me iba… Me dijeron: ‘Joshua, ¿hay algo que pueda hacer por ti?… Joshua, ¿puedo ayudarte?’».
Aquello lo sorprendió pues, por primera vez en mucho tiempo lo habían llamado por su nombre real, lo cual era extraño ya que todo en su vida estaba ligado a su nombre artístico.
Rápidamente cruzó la calle y se fue a su apartamento, donde tras mirarse al espejo y llorar por un buen rato, decidió realizar unas llamadas para informar que desde ese día dejaría la industria.
Durante los siguientes dos años, Broome decidió reconstruir su vida. Comenzó a trabajar en un gimnasio, aunque le mentía a todos sobre su vida pasada.
Posteriormente, conoció a una chica en ese lugar, quien lo confrontó con dos simples preguntas: «¿Sabes quién es Dios?» Y «¿Tienes una relación con Él?».
Joshua comenzó a asistir a la iglesia y con el tiempo se comprometió con aquella chica, casándose y logrando levantar una familia. Hoy en día, ambos son padres y esposos amorosos, y Broome, quien en algún momento deseó morir, ahora predica y comparte la fe que ayudó a transformar su vida. «Jesús murió por mí… Vino a darme vida», concluye el predicador.