La incipiente vorágine electoral que envuelve a República Dominicana ha sido dominada por los incisivos zarpazos del sector reeleccionista, que intenta desbrozar el complejo escenario político para volver a modificar la Constitución a su favor.
Pero cuando finalmente baje la marea, todos los ojos volverán a dirigirse hacia la Junta Central Electoral (JCE). Reeleccionistas y antirreeleccionistas, gobiernistas y opositores, empresarios y sociedad civil, injerencistas y “patriotas”. Todos reclamarán unas elecciones libres y transparentes.
Así ha sido en cada proceso electoral. No importa que al común de los dominicanos se le atribuya una amnesia genética, que les impiden recordar hechos y acontecimientos históricos, sin importar lo reciente que sean.
El tema es que a la Junta Central Electoral siempre los partidos y la población en general le ha atribuido parcialidad, elecciones tras elecciones, desencadenando crisis tras crisis.
De esta percepción no han podido librarse ni Manuel Ramón Ruiz Tejada en los primeros años de 1960 ni Emilio de los Santos y Ángel María Liz en los convulsionados años de 1962 al 1973.
En esa época Juan Bosch, del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y Joaquín Balaguer, del Partido Reformista, tuvieron en sus manos el control del país, hasta que Bosch renunció del partido del “jacho prendío” en 1973 para fundar el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Entonces dejó el camino abierto para el liderazgo de José Francisco Peña Gómez.
El papel de la JCE también se cuestionó en la presidencia de Manuel Joaquín Castillo, que lidió con el sismo electoral de 1978, cuando fuerzas balagueristas resistieron la entrega del poder al PRD y al presidente electo Antonio Guzmán.
En esa desconfianza el país arribó a los reinados sucesivos de Caonabo Fernández Naranjo, 1982-1987; Froilán Tavárez, 87-90; Hugo Álvarez Valencia, 1990, cuando devinieron los traumas electorales de Balaguer (PRSC)-Jacobo Majluta (PRD), y Balaguer-Bosch (PLD).
Después tuvo que asumir el mando de la institución César Estrella Sahdalá, 1994-1997, para apaciguar la profunda crisis post-electoral creada por Balaguer- Peña Gómez, y organizar los comicios de 1996, en los que se enfrentaron Peña Gómez-Leonel Fernández (PLD)-Jacinto Peynado (PRSC).
Distribución del pastel
Luego le sucedieron Jorge Subero Isa, 1997, y Juan Sully Bonely, 1997-98, para organizar las elecciones de medio término, en medio de la muerte de Peña Gómez, candidato a síndico del Distrito Nacional.
El PRD ganó la mayoría congresional, y el Senado designó en la JCE en medio de un gran revuelo a Manuel Ramón Morel Cerda (1998-2002), para organizar las elecciones presidenciales de 2000, ganadas por Hipólito Mejía (PRD) a Danilo Medina (PLD), y los comicios de medio término de 2002 ganados también por el partido blanco.
El período de luces y sombras continuó con los partidos políticos mayoritarios distribuyéndose el pastel de la JCE. Así se decidió designar a Luis Arias (2002- 2006), y también dividir la institución en dos cámaras, para que Salvador Ramos, ocupara la Cámara Contenciosa, y Nelson Gómez, la Administrativa.
En las elecciones de 2008 Fernández volvió a ganar la presidencia, pero gobernaría con un Congreso en contra hasta los comicios de medio término de 2006, cuando cambió el panorama.
En esas circunstancias entonces el Senado designó a Julio César Castaños Guzmán (2006-2010), en la presidencia de la JCE.
Pero también fueron nombrados ni más ni menos que Roberto Rosario en la poderosa Cámara Administrativa, y Mariano Rodríguez, en la Contenciosa.
Castaños Guzmán actuó con las manos atadas, para los comicios de 2008, cuando Fernández se reeligió venciendo a Miguel Vargas (PRD). Para las elecciones de medio término en 2010 el PLD amplió su dominio.
Fue precisamente en este año que el Senado designó entonces a Roberto Rosario (2010-2016) como presidente de la JCE, cuando en la reforma de la Constitución de 2010 se determinó eliminar las dos cámaras.
Rosario organizaría de esta manera las elecciones presidenciales de 2012, ganadas por Medina (PLD), a Mejía (PRD), en medio de extendidas críticas a la JCE, que se sobredimensionarían al máximo para las presidenciales, congresionales y municipales de 2016.
Medina fue reelecto en estos ultimos comicios al derrotar a Luis Abinader, del nuevo Partido Revolucionario Moderno (PRM), surgido por la división del PRD un año antes. El PLD, además, volvería a mantener su dominio en el Congreso y los municipios.
Vuelve y vuelve
El año pasado Castaños Guzmán volvió a la presidencia de la JCE, después de un consenso en el Senado que dejó fuera a un sorprendido Roberto Rosario. Ahora a Castaños Guzmán le corresponderá organizar el proceso electoral más complejo de la historia del país, que incluye la selección de los candidatos de los partidos políticos en octubre próximo, la elección de los alcaldes y directores municipales en febrero de 2020. Y como si todo fuera poco, las presidenciales y congresionales en mayo de ese año, junto a la camisa de fuerza de las nuevas leyes de Partidos Políticos y del Régimen Electoral.
La nueva pesadilla ya comenzó.
SEPA MÁS
La complejidad de las elecciones
Octubre.
La JCE tendrá que organizar las elecciones internas de los partidos, incluyendo las primarias abiertas del PLD y el PRM en octubre próximo.
El lío de febrero.
El 16 de febrero se escogerán 158 alcaldes, 158 vicealcaldesas, 1,164 regidores, 1,164 suplentes, 234 directores municipales, 234 subdirectores y 730 vocales, para 3,842 cargos electivos.
En mayo.
La JCE tendrá otro gran compromiso el 17 de mayo con las elecciones presidenciales y congresionales.
En total se elegirán 4,113 cargos públicos.