Jerusalén.- Desde la Segunda Intifada, la minoría árabe de Israel no participaba tan masivamente en la movilización de los territorios ocupados, pero en este momento se une de nuevo para reivindicar su identidad palestina, negar que se trate de una «guerra civil» y oponerse desde un solo frente a décadas de colonización israelí.
«Un solo pueblo, una sola voz, una sola rabia», resumió Jer Fody, veterano músico de la histórica ciudad de Acre, en el norte de Israel: «Vamos a hablar no solo de cohetes y guerras, hablemos también de protestas», que ya se extendían desde Jerusalén Este ocupado a todo Israel, incluso antes de la escalada bélica con Gaza que comenzó el pasado 10 de mayo.
Fody, con ciudadanía israelí, participó en varias de ellas, como ayer martes secundó la huelga general palestina, y denuncia en esas protestas lo que considera un «trato discriminatorio» hacia la llamada minoría árabe (calificación oficial en el censo oficial israelí) en comparación con los judíos por parte de la Policía, que suele reaccionar ante la izada de banderas palestinas.
No hay datos finales de las detenciones y heridos en estas ciudades mixtas como Acre, que se movilizaron en paralelo al Jerusalén Este ocupado, donde la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) cifra en 1.000 a los heridos palestinos, 735 por balas recubiertas de goma, en los disturbios de entre el 7 y 11 de mayo.
La mayoría fueron heridos en la irrupción de la Policía israelí esos días en la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra la mezquita de Al Aqsa, que no solo es el tercer lugar más sagrado del islam, sino un símbolo político palestino, musulmán y cristiano. Además, es para los judíos el Monte del Templo, también su lugar más sagrado. El suceso rompió las costuras del Estado de Israel.
«Me afectó. Yo no soy religioso, pero si hicieran lo mismo en la Iglesia de la Natividad (en la palestina de Belén, en Cisjordania ocupada militarmente), reaccionaría igual», cuenta Fody.
Para Fayrouz Sharqawi, directora de la plataforma comunitaria de Jerusalén «Grassroots Al Aquds», «son días históricos» que han retado «las políticas sistemáticas (de Israel) de divide y vencerás».
Esta palestina del 48, como se reivindica, y residente desde hace 20 años en Jerusalén, cree que «ha fallado el proyecto» de crear una falsa conciencia de que este sector de la población «son ciudadanos israelíes, y no parte del resto de palestinos».
Oficialmente son «árabes con ciudadanía israelí», que componen las poblaciones autóctonas descendientes de los que se quedaron dentro de la frontera del Estado de Israel, cuando se creó en 1948.
Emocionalmente, gran parte de ellos con lazos familiares, son parte de Gaza, Cisjordania y de los palestinos residentes en Jerusalén sin ciudadanía israelí, territorios ocupados por Israel desde 1967 y separados geográficamente entre ellos.
Las protestas de las últimas semanas han cristalizado en una unificación del sentimiento nacional palestino que no se veía desde las revueltas contra la ocupación israelí conocidas como Primera (1987-1993) y Segunda Intifada (2000-2005), pero todavía pocos se atreven a etiquetar así este punto de inflexión.
Sharqawi no evita la polémica de calificar también como «territorio ocupado» lo que hoy es Israel, porque considera que las políticas de confiscación de tierras y desplazamiento de palestinos han sido constantes desde entonces: «Un proyecto colonial desde el principio».
La aprobación en 2018 de la ley del llamado «Estado nación», que blinda el carácter judío de Israel, tampoco facilita la integración. Promovida por el actual primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, legalizó Israel como el único «hogar nacional» del pueblo judío, reserva el derecho a la autodeterminación solo a este colectivo y establece el hebreo como única lengua oficial, por encima del árabe.
Fody cree que, 73 años después, no se puede hablar de «coexistencia». «Yo lo llamaría existencia. Nosotros estamos aquí y ellos allí», apunta, y cree que los enfrentamientos entre civiles judíos y árabes de las últimas semanas muestran que «no va a volver a ser como antes».
Aunque el problema «no es personal», es con el sistema, que ha alimentado una creciente desconfianza entre vecinos judíos y árabes, asegura Fody. «Habrá encendidos encuentros para bien y para mal, pero no es una guerra civil», matiza el músico.
«Una guerra civil ocurre entre hermanos y hermanas, entre diferentes partes de una misma gente», puntualiza Sharqawi.
«Los palestinos todavía tienen un claro conocimiento de dónde venimos, quiénes somos y cuál es nuestra lucha», valora al resaltar lo que está ocurriendo en la región, más allá de la escalada bélica de Gaza, que hoy cumple diez días con un saldo de 219 muertos en la franja y 12 en Israel.