Un diagnóstico de enfermedad terminal, la adicción a las drogas y sus múltiples delitos para conseguirla lo llevaron al suicidio, pero Dios lo rescató del profundo deseo de morir.
Scott Bailey desde los 15 años había estado en el mundo de las drogas, a la misma vez que le diagnosticaron un raro tipo de cáncer que acabaría con él en solo tres años y sin tener ningún tipo de ayuda puesto que no tenía familia a quien acudir, se dejó sumergir en un mundo del cual no pensó nunca regresar.
Las tantas veces que violó la ley para poder conseguir las drogas lo llevaron a la cárcel donde su enfermedad avanzaba rápidamente, fueron varias las veces en las que intentó quitarse la vida sin éxito alguno pues “siempre había algún tipo de interrupción”, dijo para God Reports.
“Lo que una vez fue una ‘adicción a las fiestas’ a la heroína, la cocaína y las pastillas se ha convertido en una forma de vida en grandes cantidades. Estaba tan agotado que dejé una jeringa de heroína en el cajón esperándome para que cuando me despertara con un sudor frío en medio de la noche, acabara con las pesadillas y me devolviera al olvido”, dijo
Scott le fue diagnosticado un Carcinoma Mucadérmico luego de una operación de emergencia para extirparle un tumor de su cabeza; este resultado le dejo pocas expectativas de sobrevivir, por lo que su antigua adicción se hizo muy grande.
En uno de sus tantos días cuando recién entró en la prisión fue invitado a un grupo de estudios de la Biblia, en donde leyó varias partes de la Biblia pero al tener la oportunidad de salir del lugar olvidó al Evangelio y volvió a sus adicciones.
Su necesidad por las drogas fue aumentando hasta casi perder la razón y pidió ayuda a Dios desesperadamente al darse cuenta que había amanecido en la calle sin ningún tipo de dirección, “Dios, si me escuchas, si me conoces, te necesito. Por favor, ayúdame. No puedo dejar de tomar estas drogas”, gritó.
“Experimentaría la abstinencia de drogas y mis últimos días viviría con cáncer en una celda de la prisión. Mi adicción era tan severa que realmente creía que no podía vivir con la abstinencia”, agregó.
Otro día estando en la cárcel volvió a intentar quitarse la vida pero de nuevo fue interrumpido para ir a la cafetería por sus alimentos, sin comer nada debido a su grave estado por la adicción no ingirió nada y regresó de nuevo a su celda llevándose una gran sorpresa.
La Biblia que habría dejado abandonada alguna vez apareció en su cama sin explicación alguna ya que ni compañero de cuarto tenía; inmediatamente la palabra de Dios quebrantó su corazón.
“De inmediato me arrodillé junto a la cama y comencé a llorar. Esta Biblia era mía. Dios era real y se preocupaba por mí. Lloré y lloré, clamando por ser perdonado. Quería encontrarme con este Dios amoroso que me perseguía. Necesitándolo desesperadamente, Él era mi única esperanza de supervivencia. Llorar. La esperanza comenzó a invadir mi corazón. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras me maravillaba de cómo mis dolencias físicas parecían disminuir al mantener la Palabra de Dios cerca de mi corazón”, contó.
A partir de allí, cada día fue lleno de Dios a través de su palabra, y por consiguiente, su salud se restauró siendo un verdadero milagro, “Cada día, me sentía físicamente más fuerte, más saludable y renovado. Estaba lleno de esperanza y verdad. Jesucristo fue mi Salvador y estaba feliz de dejar el 99 para venir a conocerme”, explicó.
Su fe fue puesta a prueba, ya que con cada avance en su vida espiritual fue trasladado a las peores prisiones de EE.UU; su misión era discipular a quienes tuviera la oportunidad de compartirles el evangelio, creció él en conocimiento y sus compañeros fueron realmente bendecidos.
A su salida de la cárcel, ya era otra persona y comenzó a vivir la vida que Dios tenía para él, “¡A lo largo de los años, Dios ha provisto y cuidado mi alma! Al cabo de dos meses, me mudé a un apartamento en Dana Point, donde conocería a mi futura esposa y comenzaría lo que ahora es un ministerio de 30 años con el Señor. Dios me ha bendecido con tres hermosos hijos y la oportunidad de conocerlo, amarlo y servirlo. Nunca me defraudó. ¡Nunca!”, finalizó.